Ciudad Juárez: El exterminio
PATRICIA DáVILA
La guerra entre los cárteles por el control de Ciudad Juárez está desbordada: 28 personas han sido asesinadas este mes en centros de rehabilitación para adictos, atacados sistemáticamente desde hace un año, que se suman a los mil 600 ejecutados en lo que va del año. Esta es la reconstrucción de las últimas dos masacres, basada en testimonios de vecinos y familiares de los asesinados, así como de autoridades de primer nivel del gobierno de Chihuahua.
Ciudad Juárez, Chih.- La colonia Bellavista es el picadero más grande en esta frontera, a sólo 200 metros de El Paso, Texas. También es uno de los centros de operación de Los Aztecas, sicarios al servicio de La Línea, brazo armado del cártel de Juárez. Aquí, en plena calle, cualquiera puede adquirir todo tipo de drogas.
En medio de todo eso se encuentra El Aliviane, un centro de rehabilitación para adictos.
El pasado 2 de septiembre, la rutina para los internos en este lugar inició a las 5:45 de la mañana, como todos los días: aseo y tres horas en el área de psicoterapia. En el comedor les esperaba un desayuno de frijoles con huevo y arroz con leche. Luego reposaron en el dormitorio, antes de iniciar la segunda sesión a las 10. Cada tercer día, los internos disponen de tres minutos para ducharse en pareja. Ese miércoles no tocó baño.
A las 12, todos asistieron a otra junta. Como siempre, antes de iniciar, el coordinador pasó lista. A las 3 de la tarde, apuraron sus 15 minutos para comer. De 4 a 6, una sesión más. Los 45 minutos de tiempo libre, al terminar, lo pasaron en sus dormitorios, viendo televisión.
El programa de rehabilitación de El Aliviane se basa en la "cristoterapia". Los internos comparten experiencias y hablan de Dios, rezan. Ese día, los temas de la reflexión principal fueron las adicciones y la ingobernabilidad.
A las 7 de la tarde tuvieron la última reunión. El terror comenzó 20 minutos después.
Los internos se encontraban en la sala de juntas; el encargado de la ropería estaba en el patio, junto con el encargado de dos perros adoptados por el centro. También había dos vigilantes. De pronto se escuchó un alboroto. Luis Gutiérrez coordinaba la terapia: "No se muevan, continúen en lo que están", les dijo.
Fusilamiento
Un hombre apareció en la puerta y los encañonó con un arma larga. Alto, de complexión regular, vestido de pantalón de mezclilla y chaleco, casco y capucha negros, ordenó: "¡Hijos de su pinche madre, salgan todos al patio y no me miren!" Ahí los esperaban otros dos encapuchados.
Uno de los sobrevivientes contó que se encomendó a Dios al escuchar las primeras ráfagas.
"Mis piernas estaban calientes. Caí al suelo y mi cabeza quedó dentro del dormitorio. Cuando dejaron de escucharse las detonaciones me metí debajo de una cama. Un compañero se iba arrastrando detrás de mí. Le pedí que me estirara la pierna izquierda que tenía encogida, pero no pudo ayudarme, porque también estaba mal herido."
Cinco minutos después, la angustia y el terror se apoderaron nuevamente de ellos, cuando vieron asomar una metralleta por la puerta del dormitorio.
Este es un extracto del reportaje que publica la revista Proceso en su edición 1716 que empezó a circular el domingo 20 de septiembre
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